Hace unos diez años buceando en la red, tropecé de forma fortuita con las fotografías
en formato electrónico de unas cuartillas amarillentas y ajadas que parecían un
texto antiguo. Alguien, de forma anónima, decía haberlas encontrado en una
biblioteca del norte de Escocia y las había dejado en internet.
Desde el principio puse en duda que aquellas páginas fueran
auténticas, no obstante, como distracción y sin nada mejor que hacer, pasé unos
días con aquellos garabatos, aceptando el reto personal de descifrar lo que
pudiera.
Algunos párrafos eran totalmente ilegibles, pero otros no tanto.
En la primera hoja se señalaba la fecha, marzo de 1719. Fui anotando en un
documento los primeros párrafos que pude traducir al español de lo que originariamente
estaba escrito en inglés. Después otras tareas vinieron a ocupar mi tiempo y lo
olvidé.
Hace unos días, encontré, de forma casual, el
documento con las notas escritas por mí. Me pareció oportuno, incitado quizás
porque se cumplen ahora tres siglos de la supuesta escritura primaria, publicar
aquellas líneas.
Mi traducción decía lo siguiente:
Mi nombre es Iñigo Vélez de Guevara. Fui
bautizado con el inicio del siglo en la parroquia de San Martín de Madrid,
siendo mi madre María de Oñati. Aprendiz de herrador en las cuadras de Don Pedro
de Castro en la capital de nuestra patria, y con algunas dotes para las letras
que mi madre siempre alentó, embarqué hace apenas unos días sin saber motivo y acompañando
a mi señor, en uno de estos barcos llamados fragatas, en el puerto de Pasajes y con
rumbo desconocido.
Infantes de marina y veteranos de las invasiones de Cerdeña y Sicilia, mis compañeros de desdichas en esta nave son poco
dados a confiar en alguien bisoño como yo. No teniendo mucho que hacer y
sustraídas en el camarote de Don Pedro con más suerte que pericia pluma, tinta y papel, redacto estas letras tanto para mi
placer personal como con el afán remoto de que alguien las pueda leer en el
futuro. Las redacto en el idioma inglés que aprendí de niño del maestro de
cuadras y albéitar Guillermo Lewes, con la finalidad de que si caen en manos desconocidas dentro del barco no puedan ser tan fácilmente leídas.
Aquí hay un largo espacio en blanco en mis notas, como si hubiera
dejado algún párrafo para traducir más adelante. Aparecía un nombre “Inverness”
y la palabra “castle” en el margen del papel. El texto seguía con el párrafo
siguiente, el último que traduje:
No escribo desde hace unos días. Ahora que
Don Pedro ha decidido mi futuro, queda poco tiempo para coger la pluma.
Vemos tierra a ambos lados de la nave, el desembarco debe ser ya inminente. La
soldadesca comienza a impacientarse, después de tantos días
de inactividad. El material que llevamos es pesado y ya está preparado. Solo
esperamos que el capitán dé la orden de partir a tierra. Dios tenga piedad de
nuestras almas.